Cuánto admiro a una mujer.
Amigo quiero confesarle cuánto admiro
a una mujer
Ay…
¡Ay amigo!
No sabes usted cuánto admiro a una
mujer.
Por
ejemplo esa de pantalones largos, estrechos y apretados;
cual punta de
lápiz se atreve a dibuja su silueta
de curvas inocentes y llanos peligrosos.
Y qué decir de aquella,
de pantalones
cortos, de rubia cabellera y largos ideales,
con sus largas y torneadas piernas al descubierto
como caminante errante
revela caminos mal trochados.
Pero también admiro la de largos
vestidos
Que revela elegancia cubriendo junto
al tobillo:
mentiras, temores e ideales atrevidos.
Y no menos admiro la del vestido corto
y largas cabelleras;
Atrevida y pronunciada,
Que distrayendo un poco se anticipa
a disimular la ausencia de lo que
tiene poco.
¡Ay amigo!
Ay amigo…
No sabe usted cuánto admiro a una
mujer.
Por ejemplo juzgue usted aquella tan
discreta
revestida de lencería
que tan recatada escode un poco el
misterio
y deja el resto a la imaginería.
Y no menos digna
de admiración
es aquella de cansada frente,
toscas manos
y alegre corazón,
que amantando
con su pecho
carga con orgullo entre sus brazos
el fracaso de un amor.
En edades no tengo distinción,
Pues lo que quita la hermosa juventud
lo remplaza la seducción
que en
edad y experiencia tiene
graduación.
Por los parques las veo pasar,
las veo salir,
las veo entrar
y cada una llevando junto a ella,
en sus elegantes bolsos
los libros donde escriben sus propias
historias.
Ahí van por las ramblas de esa ciudad
escondidas entre la multitud,
con sus ojos grandes y profundos,
inundados de lágrimas
que brotan de tristes alegrías.
Unas entran al templo con su largo vestido
a jurarse amor,
otras salen del juzgado
después de la
repartición.
Unas van por la plaza
disimulando ese dedo rodeado de melancolía,
que un día dijo: hasta que la muerte
los separe;
mientras otras entran al frio bar a
tomar el caliente café.
Por hoteles y pasarelas,
aeropuertos y bibliotecas,
por conventos y oficinas,
hospitales y gimnasios,
por
mañanas irradiantes
Y hasta de noche en mis almohadas
me suelen abordar
con sus centímetros de menos,
con sus centímetros de más,
con su sien contraído
con su sien expandido
con su alma encogida
con
su alma ensanchada
y en día de suerte complementada.
No hay espacio del que me pueda liberar
y un suspiro profundo me vuelve a
dominar,
Ufff…amigo
¿No sabe usted:
Cuánto admiro a una mujer?
Sentado en la estación espero el tren
de mi escapatoria
y cuando montado en el viaje creía
haberme liberado.
Una mirada tierna,
una sonrisa afable,
una oración,
el susurro de una canción
un poema bien leído,
Una fragancia a Jazmín
me invaden de improvisto.
Amigo juzgue usted ahora,
Después de haberle confesado todo.
Sabe usted amigo:
¿Cuánto admiro a una mujer?