martes, 28 de enero de 2014

Cuánto admiro a una mujer.

Cuánto admiro a una mujer. 

Amigo quiero confesarle cuánto admiro a una mujer
Ay…
 ¡Ay amigo!
No sabes usted cuánto admiro a una mujer.

Por  ejemplo esa de pantalones largos, estrechos y apretados;
 cual punta de  lápiz  se atreve a  dibuja su silueta
 de curvas inocentes y llanos peligrosos.

Y qué decir de aquella,
 de pantalones  cortos, de rubia cabellera y largos ideales,
con sus largas y torneadas  piernas al descubierto
como caminante errante
 revela caminos mal trochados. 

Pero también admiro la de largos vestidos
Que revela elegancia cubriendo junto al  tobillo:
mentiras, temores e ideales atrevidos.

Y no menos admiro la del vestido corto y largas cabelleras;
 Atrevida y pronunciada,
Que distrayendo un poco se anticipa
a disimular la ausencia de lo que tiene poco.

¡Ay amigo!
Ay amigo…
No sabe usted cuánto admiro a una mujer.

Por ejemplo juzgue usted aquella tan discreta
revestida de lencería
que tan recatada escode un poco el misterio
y deja el resto a  la imaginería.

Y no menos  digna  de admiración
es aquella de   cansada frente,
toscas manos
  y alegre  corazón,
que  amantando  con su pecho
carga  con orgullo entre sus brazos
el fracaso de un amor.

En edades no tengo distinción,
Pues lo que quita la hermosa juventud
lo remplaza la seducción
que en  edad y  experiencia tiene graduación. 

Por los parques las veo pasar,
las veo salir,
las veo entrar
y cada una llevando junto a ella,
en sus elegantes  bolsos
 los libros donde escriben sus propias historias.

Ahí van por las ramblas de esa ciudad
escondidas entre la multitud,
con sus ojos grandes y profundos,
 inundados de lágrimas
que brotan de  tristes alegrías.

Unas  entran al templo con su largo vestido
a jurarse  amor,
otras salen del juzgado
después  de la  repartición.

Unas van por la plaza
 disimulando ese dedo rodeado de  melancolía,
que un día dijo: hasta que la muerte los separe;
mientras otras entran al frio bar a tomar el caliente café.

Por hoteles y pasarelas,
 aeropuertos y  bibliotecas,
por conventos  y oficinas,
 hospitales y gimnasios,
por  mañanas irradiantes
Y  hasta de noche en mis almohadas
 me suelen abordar
con sus centímetros de menos,
con sus centímetros de más,
con su sien contraído
con su sien expandido
con su alma encogida  
con  su alma ensanchada
y en día de suerte complementada.

  No hay espacio del que me pueda liberar
y un suspiro profundo me vuelve a dominar,
Ufff…amigo
 ¿No sabe usted:
Cuánto admiro a una mujer?

Sentado en la estación espero el tren de mi escapatoria
y cuando montado en el viaje creía haberme liberado.
Una mirada tierna,
una sonrisa afable,
una oración,
el susurro de una canción
un poema bien leído,
Una fragancia a Jazmín 
me invaden de improvisto.

Amigo juzgue usted ahora,
Después de haberle confesado todo.
Sabe usted amigo:
¿Cuánto admiro a  una mujer?


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