Vuelvo a ti.
Padre he
pecado contra ti,
he
abjurado tu casa y
me he alejado de ti
olvidándome de todo el amor
que
tenías guardado para mí.
Cambié tu amor por
un par de monedas
que
me dieron el
deleite y la pasión
que satisfacen
solo por un momento
y dan la
quimérica alegría
que termina
con el cruel dolor
de
haberme apartado de tu sempiterno
amor.
Padre he caído,
he conocido la penuria,
la tristeza,
el hambre y el
dolor
taciturno y
entre sollozos he
sentido
desde lo más
profundo,
el deseo de
recobrar tu amor.
Ambulante
estuve entre placeres
y derroches,
pero hoy arrepentido vuelvo a
tu casa;
temeroso al
reconocer mi error
pero con la
plena confianza de saber
que por
siempre estarás dispuesto a
brindarme tu PERDÓN.
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